jueves, 24 de abril de 2014

Celebrar la vida


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Celebrar, celebrar, celebrar... ¿a quién no le gusta celebrar? Celebrar mola.

Basta con poner la tele para encontrar motivos y medios para celebrar la vida. Como decía Sabina, 'nos sobran los motivos' para celebrar: un acontecimiento deportivo, el buen tiempo, el reencuentro con amigos, la rutina de los fines de semana... Y en cuanto a medios para celebrar, tampoco andamos escasos: bebidas de todo tipo, experiencias vacacionales, resorts paradisíacos, placeres con mil sabores...


miércoles, 5 de marzo de 2014

Jesús como respuesta de Dios

Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Mc. 8, 27.


Escribo esto como comentario breve a un artículo de Jose María Rodríguez Olaizola, en pastoralsj, titulado ¿Qué dice hoy la gente...?

La palabra 'Dios' quizás esté desgastada, descontextualizada, empequeñecida, magnificada, desvirtuada, caricaturizada, infantilizada o adulterada... y más aún, cada persona tenemos un concepto único, más o menos desarrollado en nuestra mente cada vez que mencionamos a Dios.

Y sin embargo, tenemos la suerte de tener a una única persona, un único ejemplo, un modelo, para concretar todas esas "definiciones": Jesús. Es más, de esta forma, la idea de Dios, no es una idea filosófica; va mucho más allá de lo racional para concretarse, para definirse, para encarnarse. ¿Acaso no es más comprensible, cercano y asumible creer en un Dios que se hace humano, que en héroes de la Marvel o mitos olímpicos? Es quizás paradójico pensar que Dios se haga hombre, para que los hombres se hagan como Dios.

Sea como fuere, la pregunta de Dios seguirá sin poder ser respondida eternamente con rotundidad; porque sea cual sea el concepto (idea) que tenga cada uno sobre él, escapa a la realidad sensible que nos rodea y desde los ojos de la razón. ¿Cómo asumir con certeza absoluta aquello que supera nuestra capacidad sensorial y racional? Jesús es una de las respuestas y propuestas que da la Iglesia ante esta pregunta universal.

Aquí el artículo original:

La cuestión de Dios sigue despertando polémicas, preguntas y enfrentamientos. Hoy hay creyentes y no creyentes, personas que dudan, buscadores de Dios, gente que está de vuelta, algunos sin haberse hecho ni una sola pregunta, y otros sin haber encontrado ninguna respuesta... Hay debates. Un nuevo ateísmo tan militante como el viejo cristianismo. Y, en todo caso, gente que sigue hablando, y sigue peleando por encontrar una verdad. Ahí sigue la eterna pregunta, que de vez en cuando cada quién tenemos que intentar responder. ¿Quién dice la gente y uno mismo– que eres Tú, Jesús?

Verás. Hoy en día hay de todo. Hay quien dice que, todo lo más, eres un hombre que vivió hace bastante y dejó una huella honda, porque debías ser carismático, sorprendente o provocador. Pero que luego tus discípulos se inventaron toda una mística de victoria, de resurrección, de eternidad y así convirtieron un fracaso en la victoria más sorprendente de la historia. Pero vamos, todo un cuento, o una evasión, o un autoengaño, según se quiera ver.

Otros dicen que la historia está marcada por grandes figuras. Hombres o mujeres que tienen en sí la semilla de la humanidad más profunda, más auténtica y más noble,en todas sus posibilidades. Y eso emerge, algunas veces, de manera sorprendente, en gente como tú. Gente que deja una huella indeleble. Entonces te llaman profeta, sabio, maestro, líder, mesías. Un hombre especial, al fin y al cabo.
 
Hay quienes seguimos creyendo que tú eres Dios. Hoy mucha gente mirará con sorna a quien diga esto. Porque lo de “Dios” como que se escapa. Para muchos, Dios no existe y punto. Para otros, de existir, es algo indefinible, algo así como un principio, una fuerza, una energía, un algo que no se sabe muy bien dónde o cómo se relaciona con la propia vida. Pero, claro ¿pensar en un Dios hecho persona? ¿Un Dios que caminó por nuestros caminos, bebió la misma agua, que tuvo agujetas, y heridas, se rió a carcajadas o lloró con desgarro? Parece otra eterna versión de las mitologías de todas las culturas. Como los griegos hablando de sus dioses en un Olimpo que es como una convención de superhéroes de la Marvel, los aztecas sacrificando enemigos para contento de sus dioses guerreros, o Anubis mandando una barca para recoger a los difuntos y llevarlos al otro lado del Nilo. Superstición, pensamiento primitivo, restos de otras épocas, dicen… Algo incompatible con nuestra mentalidad racional, pragmática, científica, dicen también.
 
Pero yo sigo creyendo que, de existir Dios,  y si nuestro universo tiene un origen y un destino, y si hay un sentido en lo que hacemos, que pasa por el amor y una sed de plenitud… ¿por qué no va a poder reflejarse en el misterio más profundo de un ser humano? ¿Por qué no va a poder vaciarse en su creación? ¿Por qué no va a poder expresarse en el lenguaje que nos es más comprensible? El lenguaje de lo humano, hecho ternura y amor, hecho dolor y compromiso, hecho justicia y estremecimiento. El lenguaje que pasa por la vida y la muerte (que no tiene la última palabra). Eres la única palabra que Dios podría decir sin encadenarnos, pues de otra manera nos habría convertido en esclavos, y nos habría obligado a creer y a adorar. Pero no. No eres la Palabra impuesta de Dios, sino su propuesta para las vidas. Una ventana que nos permite asomarnos a Dios. Un espejo que nos permite ver las posibilidades enormes escritas en nuestra entraña. Pues eso.
 
José Mª Rodríguez Olaizola sj

martes, 17 de diciembre de 2013

Carta al niño Jesús

Querido niño Jesús.

Cuando era pequeño, te tenía una especial admiración. Eras el importante en mi Belén. Eras quien le daba sentido a todo ese Nacimiento. Sin tí, ¿a dónde irían mis aldeanos a ofrecer sus peces y leche?, ¿para qué iban a despertarse mis figuritas de pastores?, ¿qué pintaban María y San José en una cueva de roñas de pino con una mula y un buey?

En Adviento y Navidad, yo caía en la cuenta, ¡y me alegraba! porque tú nacías de nuevo. Yo descubría que tú nacías en mi familia, en mi casa y también en mí.



jueves, 5 de diciembre de 2013

Diagnóstico de una enfermedad. Sobre el Adviento.

Lo reconozco. Tengo una enfermedad. Estoy adormilado. Me podría llamar pánfilo, anestesiado. Se que vivo de esta manera de forma natural e inconsciente. Mi rutina me hace vivir así.
Mi diagnóstico: indiferencia leve ante los demás, reconocimiento de que el corazón es un músculo que se mueve en algún sitio de mi pecho, percepción de la vida como una rueda cíclica que todo lo llega y todo pasa hasta el siguiente año, ausencia de ilusión.

El especialista me ha dicho que depende de mí, que no hay una medicina que me cure lo que me pasa. Que hay remedios caseros, pero que el problema es generalizado. Me dijo que le habían llegado varios casos últimamente. Será algún virus...

¿Sabes por qué decidí ir al médico? Por dos razones: porque me dí cuenta de lo que me pasaba, y porque quería cambiar y combatir esa enfermedad.

¿Has tenido este diagnóstico alguna vez? ¿Qué te hizo darte cuenta de tu "enfermedad"?

viernes, 22 de noviembre de 2013

Del calvario al paraíso. Cristo Rey -C-

A mí lo de Cristo Rey... qué quieres que te diga; me suena mal, me suena a desfasado, me suena a grandilocuente... y lo peor es que no me dice casi nada. Aunque la solemnidad se instauró en 1925, quizás en las Edades Media y Moderna, la figura del rey era la más aproximada para expresar un poder onmipotente y que lo abarcara todo. Y quizás esa sea la palabra que aparece detrás, que a mí me chirría con Jesús: poder.

En la actualidad, la monarquía, y mucho más los cargos políticos (los poderosos), no gozan de una opinión pública muy favorable. A la palabra poder, se la asocia innegablemente connotaciones negativas. Inmediatamente nos vienen unas cuantas a la cabeza: desfalcos, abusos, lujos, vivir alejado de la realidad, propaganda falsa, burbujas, mentiras, apariencias irreales, injusticias, escándalos (urbanísticos, financieros, sexuales, contra la salud pública...), matanzas, violaciones, despotismo...

martes, 19 de noviembre de 2013

Valiente Zaqueo

Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad.
Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos.
El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura.
Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.
Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa".
Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un pecador".
Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más".
Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham,
porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido". 
Lc. 19, 1-10.

lunes, 14 de octubre de 2013

Una suave voz

Conversaciones en voz alta. Gritos. Obras. Ladridos. Pasos veloces. Acelerones con prisa. Semáforos que me invitan a cruzar rápido. Discusiones.
Estos son algunos de los sonidos que suelo escuchar en mi día a día. Ya son parte de mi paisaje auditivo. Ya estoy hecho a ellos. Me he acostumbrado a ellos.

martes, 17 de septiembre de 2013

En tu barca 3: Hacia el horizonte

Navegar. Surcar. Avanzar. 

Lo reconozco, soy de tierra adentro, y moverme en términos náuticos me resulta incómodo. Y además, el mar me da miedo. Esa masa de agua que inunda la tierra y yo, no somos muy compatibles.
Miedo a ahogarme en ella, miedo a hundirme, miedo a no estar en mi hábitat, miedo, miedo, miedo...


jueves, 12 de septiembre de 2013

En tu barca 2: ¿Cómo es tu barca?

"La Morena" era una barquita pequeña que permanecía amarrada en un palo a la orilla del lago. Su dueño, un anciano pescador, la dejó atada una tarde de verano con la esperanza de volverse a subir a ella la mañana siguiente. Eso no llegó a suceder.


En tu barca: 1 Amarrado

La vida, nos brinda a vivir con una rutina machacona. El mismo trabajo, el despertador a la misma hora, los mismos compañeros u amigos, las mismas calles, el mismo sonido del semáforo...



La vida también nos atrapa con su miedos: miedo a la soledad, a quedarte sin futuro, a no progresar, a no ser feliz, miedo al fracaso, a no sentirte querido, a la frustración...