Jesús
salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en
el camino les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Mc. 8, 27.
Escribo esto como comentario breve a un artículo de
Jose María Rodríguez Olaizola, en pastoralsj, titulado ¿Qué dice hoy la gente...?
La palabra 'Dios' quizás esté desgastada, descontextualizada, empequeñecida, magnificada, desvirtuada, caricaturizada, infantilizada o adulterada... y más aún, cada persona tenemos un concepto único, más o menos desarrollado en nuestra mente cada vez que mencionamos a Dios.
Y sin embargo, tenemos la suerte de tener a una única persona, un único ejemplo, un modelo, para concretar todas esas "definiciones": Jesús. Es más, de esta forma, la idea de Dios, no es una idea filosófica; va mucho más allá de lo racional para concretarse, para definirse, para encarnarse. ¿Acaso no es más comprensible, cercano y asumible creer en un Dios que se
hace humano, que en héroes de la Marvel o mitos olímpicos? Es quizás paradójico pensar que Dios se haga hombre, para que los hombres se hagan como Dios.
Sea como fuere, la pregunta de Dios seguirá sin poder ser respondida eternamente con rotundidad; porque sea cual sea el concepto (idea) que tenga cada uno sobre él, escapa a la realidad sensible que nos rodea y desde los ojos de la razón. ¿Cómo asumir con certeza absoluta aquello que supera nuestra capacidad sensorial y racional? Jesús es una de las respuestas y propuestas que da la Iglesia ante esta pregunta universal.
Aquí el artículo original:
La cuestión de Dios sigue despertando polémicas, preguntas y
enfrentamientos. Hoy hay creyentes y no creyentes, personas que dudan,
buscadores de Dios, gente que está de vuelta, algunos sin haberse hecho
ni una sola pregunta, y otros sin haber encontrado ninguna respuesta...
Hay debates. Un nuevo ateísmo tan militante como el viejo cristianismo.
Y, en todo caso, gente que sigue hablando, y sigue peleando por
encontrar una verdad. Ahí sigue la eterna pregunta, que de vez en cuando
cada quién tenemos que intentar responder. ¿Quién dice la gente –y uno mismo– que eres Tú, Jesús?
Verás. Hoy en día hay de todo. Hay quien dice que, todo lo más, eres un
hombre que vivió hace bastante y dejó una huella honda, porque debías
ser carismático, sorprendente o provocador. Pero que luego tus
discípulos se inventaron toda una mística de victoria, de resurrección,
de eternidad y así convirtieron un fracaso en la victoria más
sorprendente de la historia. Pero vamos, todo un cuento, o una evasión, o un autoengaño, según se quiera ver.
Otros dicen que la historia está marcada por grandes figuras. Hombres o
mujeres que tienen en sí la semilla de la humanidad más profunda, más
auténtica y más noble,en todas sus posibilidades. Y eso emerge, algunas
veces, de manera sorprendente, en gente como tú. Gente que deja una
huella indeleble. Entonces te llaman profeta, sabio, maestro, líder,
mesías. Un hombre especial, al fin y al cabo.
Hay quienes seguimos creyendo que tú eres Dios. Hoy mucha gente mirará
con sorna a quien diga esto. Porque lo de “Dios” como que se escapa.
Para muchos, Dios no existe y punto. Para otros, de existir, es algo
indefinible, algo así como un principio, una fuerza, una energía, un
algo que no se sabe muy bien dónde o cómo se relaciona con la propia
vida. Pero, claro ¿pensar en un Dios hecho persona? ¿Un Dios que caminó
por nuestros caminos, bebió la misma agua, que tuvo agujetas, y heridas,
se rió a carcajadas o lloró con desgarro? Parece otra eterna versión de
las mitologías de todas las culturas. Como los griegos hablando de sus
dioses en un Olimpo que es como una convención de superhéroes de la
Marvel, los aztecas sacrificando enemigos para contento de sus dioses
guerreros, o Anubis mandando una barca para recoger a los difuntos y
llevarlos al otro lado del Nilo. Superstición, pensamiento primitivo,
restos de otras épocas, dicen… Algo incompatible con nuestra mentalidad racional, pragmática, científica, dicen también.
Pero yo sigo creyendo que, de existir Dios, y si nuestro universo
tiene un origen y un destino, y si hay un sentido en lo que hacemos, que
pasa por el amor y una sed de plenitud… ¿por qué no va a poder
reflejarse en el misterio más profundo de un ser humano? ¿Por qué no va a
poder vaciarse en su creación? ¿Por qué no va a poder expresarse en el
lenguaje que nos es más comprensible? El lenguaje de lo humano,
hecho ternura y amor, hecho dolor y compromiso, hecho justicia y
estremecimiento. El lenguaje que pasa por la vida y la muerte (que no
tiene la última palabra). Eres la única palabra que Dios podría decir
sin encadenarnos, pues de otra manera nos habría convertido en esclavos,
y nos habría obligado a creer y a adorar. Pero no. No eres la Palabra
impuesta de Dios, sino su propuesta para las vidas. Una ventana que nos
permite asomarnos a Dios. Un espejo que nos permite ver las
posibilidades enormes escritas en nuestra entraña. Pues eso.
José Mª Rodríguez Olaizola sj